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domingo, 7 de septiembre de 2008

MONS. HECTOR AGUER - LUCES Y SOMBRAS DE LA EDUCACION CATOLICA

En su reflexión semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor” (Canal 9), Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata, recordó que se cumplieron 90 años “de la creación de lo que entonces, en 1917, se llamaba Consejo Superior de Enseñanza Católica de la Provincia de Buenos Aires” y desgranó luces y sombras de la educación católica.

Comenzó agradeciendo “a Dios” y a “tanta gente, tantos maestros y maestras, tantos directivos, tantos pastores de la Iglesia, tantos religiosos y religiosas, que han trabajado para dotar a la juventud argentina, en las sucesivas generaciones, de una buena educación”.

El prelado platense explicó que “el subsistema educativo eclesial en la Provincia de Buenos Aires es muy importante; tanto que no sé que pasaría en el conjunto de la educación pública provincial si por un imprevisto –Dios nos libre de ello- el nuestro llegara a colapsar” y recordó que “el estado bonaerense gasta, por cada alumno de nuestras escuelas, al cabo de un año, la mitad de lo que le cuesta un alumno en las escuelas de gestión estatal”.



De inmediato sostuvo que el “nivel de aporte de la Iglesia: es el formar buenos cristianos. Esta es la intención de la educación católica, tanto en la provincia como en todo el país. Al formar buenos cristianos tenemos la esperanza de formar también así hombres y mujeres de bien, buenos ciudadanos de la patria”.

Reconoció que cuando se evalúa la situación concreta de la educación católica hay “que reconocer también lo que falta todavía por hacer. Y la verdad es que falta mucho por hacer” por lo que “habría que proponerse como una meta, y al mismo tiempo como un desafío lograr que los chicos y chicas que egresan de nuestros colegios salgan conociendo las verdades fundamentales de la fe y convencidos de que la fe debe hacerse vida. Esa vinculación entre fe y vida es fundamental”.

“A veces tenemos que lamentar que pasan y pasan generaciones por nuestros colegios, pero luego no se ve mucho el resultado”, dijo.

Mons. Héctor Aguer también reconoció que hoy “tenemos que enfrentar factores de deseducación que son tremendos” y se preguntó “¿cómo hacer para contrarrestar, por ejemplo, toda esta ola anticultural de indiferencia en cuanto a las realidades trascendentes, de desorden de vida, de depravación que aparece en la televisión todos los días y que llega a los chicos de una manera muy difícil de contrarrestar, de neutralizar”.

“Tenemos que pensar también cómo ir creando vínculos cada vez más estrechos entre la escuela y la familia. Es muy difícil que los colegios de la Iglesia puedan educar con fruto si las familias no apoyan ese proceso educativo. Es más: a veces, por el contrario, hacen la contra” pues “la mayor parte de los padres de familia que envían a sus hijos a nuestros colegios católicos lo hacen porque éstos son más seguros, porque el nivel académico suele ser excelente aún en los más modestos de nuestros colegios parroquiales, pero no precisamente de manera explícita porque quieren que sus hijos sean buenos cristianos”

El Arzobispo de La Plata destacó la necesidad de “preocuparnos seriamente por la formación continua de nuestros docentes. No sólo apoyar su dignificación y que puedan recibir un buen honorario por su trabajo, sino también que se den cuenta de que no se trata solamente de un trabajo, de una profesión” y manifestó que “se trata de una misión que debe ser asumida como una vocación” y que “vale la pena recordarlo: nuestro proyecto educativo es un proceso centrado en Jesucristo”

Y culminó indicando que “podemos aspirar también a que, hoy día, la escuela católica sea un punto de referencia para todo el sistema educativo nacional; que podamos ofrecer a través de nuestros institutos superiores de formación un apoyo a los docentes católicos que trabajan en la gestión estatal, como para que ellos puedan asumir este desafío cultural de hoy pensando en el futuro de la Argentina. En definitiva estamos trabajando por un Argentina mejor”.

Adjuntamos el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Héctor Aguer:

“Este viernes 5 de septiembre hemos celebrado en la Basílica de Nuestra Señora de Luján el nonagésimo aniversario (90 años) de la creación de lo que entonces, en 1917, se llamaba Consejo Superior de Enseñanza Católica de la Provincia de Buenos Aires”.

“Fue una instancia pastoral que Monseñor Juan Nepomuceno Terrero, segundo obispo de La Plata, creó para coordinar la acción educativa y evangelizadora de las escuelas católicas de la Provincia de Buenos Aires. En aquellos años la Diócesis de La Plata tenía jurisdicción sobre todo el territorio de la Provincia”.

“Con ocasión de este aniversario –como ocurre con estas fechas de aniversarios redondos- hemos tenido ocasión de reflexionar acerca del sentido, el valor, la proyección futura de la educación católica en nuestra provincia. También ha sido una oportunidad para reconocer los problemas que existen”.

“En primer lugar hay que dar gracias a Dios por todo lo que se ha venido haciendo en estos 90 años. Dar gracias a Dios por tanta gente, tantos maestros y maestras, tantos directivos, tantos pastores de la Iglesia, tantos religiosos y religiosas, que han trabajado para dotar a la juventud argentina, en las sucesivas generaciones, de una buena educación”.

“En la actualidad el subsistema educativo eclesial en la Provincia de Buenos Aires es muy importante; tanto que no sé que pasaría en el conjunto de la educación pública provincial si por un imprevisto –Dios nos libre de ello- el nuestro llegara a colapsar”.

“Me parece importante recordar que el estado bonaerense gasta, por cada alumno de nuestras escuelas, al cabo de un año, la mitad de lo que le cuesta un alumno en las escuelas de gestión estatal”.

“Pero hay otro nivel de aporte de la Iglesia: es el formar buenos cristianos. Esta es la intención de la educación católica, tanto en la provincia como en todo el país. Al formar buenos cristianos tenemos la esperanza de formar también así hombres y mujeres de bien, buenos ciudadanos de la patria”.

“Pero cuando uno evalúa, con motivo de estos aniversarios, la situación concreta de la educación, tiene que reconocer también lo que falta todavía por hacer. Y la verdad es que falta mucho por hacer”.

“Habría que proponerse como una meta, y al mismo tiempo como un desafío lograr que los chicos y chicas que egresan de nuestros colegios salgan conociendo las verdades fundamentales de la fe y convencidos de que la fe debe hacerse vida. Esa vinculación entre fe y vida es fundamental”.

“A veces tenemos que lamentar que pasan y pasan generaciones por nuestros colegios, pero luego no se ve mucho el resultado”.

“Al mismo tiempo tenemos que reconocer que, hoy día, tenemos que enfrentar factores de deseducación que son tremendos. Debemos enfrentarlos con serenidad, con lucidez y con decisión. ¿Cómo hacer para contrarrestar, por ejemplo, toda esta ola anticultural de indiferencia en cuanto a las realidades trascendentes, de desorden de vida, de depravación que aparece en la televisión todos los días y que llega a los chicos de una manera muy difícil de contrarrestar, de neutralizar”.

“Tenemos que pensar también cómo ir creando vínculos cada vez más estrechos entre la escuela y la familia. Es muy difícil que los colegios de la Iglesia puedan educar con fruto si las familias no apoyan ese proceso educativo. Es más: a veces, por el contrario, hacen la contra”.

“Está probado que la mayor parte de los padres de familia que envían a sus hijos a nuestros colegios católicos lo hacen porque éstos son más seguros, porque el nivel académico suele ser excelente aún en los más modestos de nuestros colegios parroquiales, pero no precisamente de manera explícita porque quieren que sus hijos sean buenos cristianos”.

“Habría que fomentar en todo caso este interés en las familias y para eso es importante la vinculación entre la escuela y la casa. Para lograrlo nuestras escuelas deben ser auténticas comunidades educativas. El nombre es muy bello, pero es muy difícil de plasmar en la realidad”.

“Y también tendríamos que preocuparnos seriamente por la formación continua de nuestros docentes. No sólo apoyar su dignificación y que puedan recibir un buen honorario por su trabajo, sino también que se den cuenta de que no se trata solamente de un trabajo, de una profesión”.

“Se trata de una misión que debe ser asumida como una vocación. Para eso debemos apoyarlos espiritualmente de modo que puedan transmitir ellos ese imponderable que no se agota en el mundo de los valores, sino que tiene que ver con el proceso eclesial de la evangelización”.

“Vale la pena recordarlo: nuestro proyecto educativo es un proceso centrado en Jesucristo”

“Y podemos aspirar también a que, hoy día, la escuela católica sea un punto de referencia para todo el sistema educativo nacional; que podamos ofrecer a través de nuestros institutos superiores de formación un apoyo a los docentes católicos que trabajan en la gestión estatal, como para que ellos puedan asumir este desafío cultural de hoy pensando en el futuro de la Argentina. En definitiva estamos trabajando por un Argentina mejor”.


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